Crédito Foto: Margarita SoléMinisterio de Cultura de la Nación
Hace unas semanas falleció G. Vattimo, filósofo italiano conocido por ser el padre “del pensamiento débil” e integrar en su concepción filosófica la idea nietzschiana de la muerte del Dios moral y el de la ley y el final de la metafísica de la presencia del segundo Heidegger. En definitiva, defensor de un pensamiento cuya fortaleza es cuestionar los valores absolutos y los fundamentos esencialistas de cualquiera de las teorías totalizadoras que pretenden dar cuenta de lo que es la realidad y de los valores que se supone son incuestionables.
La fortaleza del pensamiento débil es, a mi entender, el cuestionamiento de cualquier metarrelato, de cualquier texto acabado, revelado y o absoluto. En contraposición a plantear la realidad como un conjunto de campos de significado que necesitan ser descritos a través de textos abiertos, siempre dispuestos a ser cuestionados, negociados y nuevamente articulados.
La interpretación buena o válida no es la que presenta la verdad objetiva única, la que restituye fielmente la presencia, sino la que puede estimular sentidos distintos de la experiencia y nuevas formas de darse al mundo que, a veces, rompen con el pasado y otras se incorporan a él transformando su significado. Con esto no quiero decir que cualquier interpretación puede ser válida o que todas tienen el mismo valor. El conocimiento de la materia, la elaboración de los presupuestos que la configuran, la consciencia de su historicidad y el contexto de su presencia, así como el mismo sentido común son valores de cualquier hermenéutica juiciosa.
En el campo de la psicoterapia se hace muy evidente lo descrito en el párrafo anterior. La interpretación productiva es la que permite al paciente abrirse a una nueva experiencia de sentido o de sentidos, estimulando su participación en la construcción de un texto, o más de uno, que dota de un nuevo sentido a su conflicto y problemática vital.
El breve escrito que estoy compartiendo con vosotros se vio estimulado al escuchar las declaraciones de un dirigente de la extrema derecha que nos quería recordar a los españoles del “pensamiento débil” que hay esencias inmutables, verdades objetivas eternas, que si son trasgredidas provocan la indigencia moral y el riego de destrucción de nuestra querida nación. Algunas de estas verdades eran: la unidad de la patria, el valor supremo de la lengua castellana, el matrimonio tradicional, la fiesta nacional de los toros y el papel incuestionable de la monarquía.
No puedo dejar de imaginarme a estos teóricos del pensamiento único como gánsteres que con su metralleta pretenden acribillar a todos los seres que, aunque habitamos en su misma tierra, hablamos de tolerancia, discusión, humanismo, respeto a la diversidad, cuidado del planeta, solidaridad con el necesitado y sobre todo de negociación en la construcción de valores y sentidos, en definitiva, a los defensores del “pensamiento débil”. Descansa en paz G. Vattimo.
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